Un sorprendente giro en la investigación científica ha transformado lo que parecía ser simple control de calidad en la industria alimentaria en una valiosa ventana al pasado ecológico de nuestros mares. La clave ha estado en unas latas de salmón enlatado, algunas de ellas con más de cuatro décadas de antigüedad, que guardaban un secreto inesperado en su interior.
Históricamente, los parásitos han sido elementos poco estudiados, a menos que su impacto fuera directo y evidente para el ser humano. Sin embargo, su presencia y evolución en un ecosistema pueden desvelar información de calado sobre la salud y las interconexiones de las diferentes especies que lo habitan. Son, en cierto modo, los sismógrafos de la cadena trófica.
Para Natalie Mastick y Chelsea Wood, ecólogas de la Universidad de Washington, la falta de datos históricos sobre parásitos en mamíferos marinos del Pacífico Noroeste era un obstáculo importante. La solución llegó de la forma más inesperada: una llamada de la Asociación de Productos del Mar de Seattle, que les ofrecía deshacerse de una considerable cantidad de latas de salmón caducadas.
El inesperado archivo de latas
Lo que para la asociación era un simple excedente de latas para su control de calidad, para las investigadoras se convirtió en un archivo biológico de primer orden, según apuntan desde Sciencealert. Estas conservas, algunas datadas desde los años setenta, no contenían salmón en perfecto estado, sino un tesoro de gusanos excelentemente preservados. Los parásitos, conocidos como anisakidos, miden aproximadamente un centímetro y, una vez muertos durante el proceso de enlatado, no representan ningún riesgo para la salud humana.
La percepción general de que encontrar gusanos en el salmón enlatado es un signo de algo fallido es errónea, pues estos pequeños inquilinos marinos son indicadores de un ecosistema saludable. El ciclo de vida de los anisakidos se entrelaza con numerosos componentes de la red alimentaria. Estos parásitos entran en la cadena trófica cuando son ingeridos por el kril, que a su vez es comido por especies de mayor tamaño.
Así, los anisakidos terminan en el salmón y, finalmente, en los intestinos de los mamíferos marinos, donde completan su ciclo vital reproduciéndose. Los huevos son excretados al océano por el mamífero, cerrando el ciclo. Por lo tanto, si un huésped principal, como los mamíferos marinos, no está presente en números suficientes, las poblaciones de anisakidos disminuyen, lo que implica una red trófica incompleta o dañada.
Un vistazo al Golfo de Alaska a través del tiempo
El «archivo» de latas consistió en 178 unidades de cuatro especies distintas de salmón —chum, coho, rosado y rojo—, pescadas en el Golfo de Alaska y la Bahía de Bristol entre 1979 y 2021. Este amplio rango temporal y geográfico proporcionó una base de datos notablemente robusta para el estudio.
A pesar de que los métodos de conservación del salmón no garantizan un estado óptimo de los gusanos, los investigadores lograron diseccionar los filetes y calcular el número de parásitos por gramo de salmón. Esta técnica permitió cuantificar la carga parasitaria a lo largo de las décadas.
Los resultados revelaron un incremento constante en la cantidad de gusanos en el salmón chum y rosado con el paso del tiempo. Este hallazgo sugiere que los parásitos pudieron encontrar suficientes huéspedes y reproducirse eficazmente, lo que, según las investigadoras, podría indicar un ecosistema marino estable o incluso en fase de recuperación.
Sin embargo, el escenario fue distinto para el salmón coho y el rojo, en los que los niveles de parásitos se mantuvieron estables. Explicar esta diferencia resulta más complejo, en parte porque el proceso de enlatado dificultó la identificación de las especies específicas de anisakidos. Es posible que distintas especies de parásitos con patrones de infección diferentes sean las responsables de esta variación observada.
Mastick y sus colegas concluyen que esta innovadora aproximación, al transformar un producto de consumo cotidiano en un archivo ecológico de valor considerable, podría abrir nuevas e importantes vías para la investigación científica en el futuro. Sin duda, estas latas han destapado una caja de sorpresas.